La nieve nos llegaba por encima de la rodilla. Nuevamente tuvimos que parar para recuperar el aliento. Estábamos lejos, muy lejos de cualquier lugar habitado. Nos sentamos sobre las mochilas y pronto sentimos una inquietud compartida que nos puso en alerta. Conocíamos las habladurias que desaconsejaban internarse en esta parte del bosque. Nunca hacemos caso de las historias misteriosas que corren de boca en boca. Pero ahora sentíamos miedo. De repente una tremenda ráfaga de viento dio voz a los árboles. Empezó con un imperceptible gemido. Después se convirtió en un gruñido seco y sordo, para finalizar con un alarido inhumano que tapaba cualquier otro sonido. Ahora estábamos aterrados. Empezamos a correr pendiente abajo sin atrevernos a mirar atrás. Parecía que toda la masa forestal se había puesto en marcha tras nosotros al unísono. Los chasquidos de los troncos retorcidos se mezclaban con el inconfundible sonido de las ramas al caer al suelo. El viento se había tornado gélido y huracanado, todo se desplomaba a nuestras espaldas. Gritos incomprensibles, chillidos desencajados, alaridos desconsolados... Impensable mirar atrás. Nunca supimos que ocurrió aquella tarde en la Nava Cerrada. Ni queremos saberlo. Nunca hacemos caso de las historias misteriosas que corren de boca en boca.
Canon EOS 40D 1/80s f 8.0 ISO 100 Objetivo Sigma 10/20mm
Javier!!
ResponderEliminarMe ha encantado; me ha recuerda a Gustavo Adolfo, en cualquiera de sus maravillosas leyendas!!!!
Un abrazo y enhorabuena;
Ramón.
Regreso al Presente...."semi ocultos por la cortina de nieve que los árboles arrojaban, vislumbramos entre lamentos, las figuras de cinco seres que penosamente avanzaban cubiertos por capas de hielo, como fantasmas errantes de caballeros medievales"
ResponderEliminarBuen relato Javi.
Gracias por estar ahí.
Emilio.
Pues bien podría haber sido la continuación del relato.
ResponderEliminarPor muchos años Emilio.