Canon D40 f/9 1/80s ISO 320
Despierto bajo un familiar susurro rítmico. Ritmo sin orden aparente, aleatorio. Unas veces suave, otras no.
El ronroneo me dice que hoy tampoco escalamos.
Me encuentro recogido tras la puerta de nuestra pequeña tienda, observando el bosque lloroso y húmedo. Afuera continúa lloviendo. La mañana despertó fría, gris, lluviosa. El ténue olor a humus invade mis sentidos. Casi lo puedo tocar con las puntas de mis dedos.
Canon D40 f/8 1/60s ISO 400
Los árboles ya han decidido que han de quitarse el traje de verano y se apresuran a desembarazarse del peso liviano de las hojas. Para ello las manchan de colores; primero de amarillos, luego de rojos, finalmente de tonos marrones. Una mañana cualquiera de este bonito mes de octubre el viento se encargará de desprender ese traje ya gastado, demasiado marrón para portar vida, quedando el árbol desnudo y solo, a merced del crudo y largo invierno. Todavía no ha llegado ese momento. Mientras tanto yo me deleito observando como las gotas de lluvia resbalan sobre esas hojas que tienen los días contados. De vez en cuando una racha de viento juega a probar la resistencia de tal o cual hoja ya oscurecida, a veces caen, otras no. Hoy todavía el invierno no se ha anunciado, pero el otoño por fin ha llegado.
Me acurruco en busca del calor del saco. Hoy tampoco escalamos, pero el otoño por fin ha llegado.
Canon D40 f/8 1/60s ISO 400
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