7 de abril de 2011

"MI PRIMERA VEZ" EN LA REVISTA ESCALAR

 La revista Escalar lleva unos números publicando relatos de escalada sobre "Mi primera vez", en la que los escaladores cuentan cómo fue aquella vía que les llenó por algún motivo y de la que guardan un recuerdo especial. Como  tenía escrito un relatillo sobre el encadene la vía Lolilla la Bombilla (7b) de Patones pues lo tuve fácil para enviarlo y probar suerte. Y la suerte es que la han publicado en el número 73 de la revista. Gracias a la redacción por elegirla y a Roca por el arnés que dan de premio. Debido a la falta de espacio de la revista el texto publicado está ligeramente recortado. Aquí está el original.

    BREVE HISTORIA DE TREINTA SEGUNDOS

Esta es una historia breve. Tan breve como los treinta segundos en los que se concentran los movimientos que llevan del miedo a la euforia. Treinta segundos y todo acaba o todo empieza de nuevo.

Miguel es un tipo tierno. Sus ojos verdes son dulces. Virginia dice que es como un hobbit de los cuentos de Tolkien salido de la espesura del bosque. Sus rizos enredados y su rostro casi mágico invitan a soñar y a viajar a los cuentos de montañas de cuento en busca de su refugio entre tejos, hayas y bojs. Quizás por ello en la mirada de Miguel existe un halo misterioso que le retrae a sus orígenes y por ello, a veces, deja la mirada perdida sobre el horizonte de las montañas.

Miguel me mira y me transmite el ánimo y la confianza que requiero. Los mosquetones ya están colocados en las chapas plateadas que cuelgan de la pared amarillenta . Esas chapas metálicas, incrustadas en el seno de la roca,  me dan tanta confianza como las manos que sujetan la cuerda, ágiles y rápidas, dispuestas a reaccionar ante mis movimientos sobre la roca.

Los pies de gato los he apretado al máximo. He advertido a los sufridos dedos que, durante el medio minuto que separa el éxito del fracaso, han de prestarme todo el apoyo que necesite, apretándose el índice contra el medio, éste contra el anular y el meñique escondiéndose bajo este último, de tal forma que se compriman y endurezcan para obtener la mayor precisión sobre las minúsculas rebabas de roca sobre las que he de danzar.

La cuerda descansa en el suelo sin haberse repuesto aún del último susto. Hace unos pocos minutos tuvo que emplearse a fondo para detener una imprevista caída al vacío. Las falanges de mis dedos no se arquearon con la fuerza necesaria sobre las dos pequeñas regletas que sustentaban el peso de mi cuerpo, los antebrazos no pudieron impulsarme con suficiente empuje hacia el siguiente agarre en un lanzamiento desesperado y mis ojos, obsesionados con esa presa lejana, desatendieron la colocación precisa de los pies, propiciando que volara unos metros hacia el vacío que se abría bajo mí. La chapa adosada a la pared gruñó enfadada ante el fuerte impacto y el mosquetón apretó los dientes ante la presión que la cuerda ejerció sobre él.

 Ahora, ya en el suelo, he anudado de nuevo la castigada y polvorienta cuerda en el anillo desgastado de mi arnés. Todo está preparado; la cuerda bien colocada a los pies del asegurador, el nudo bien realizado, las suelas de los pies de gato limpias de impurezas, las manos bien empolvadas de magnesio.... Respiro profundamente una vez más y me dispongo a escalar los metros que me separan de la cadena. Una cierta presión se ciñe en mi estómago, presión que desaparece en el instante que una de mis manos agarra con fuerza el primer canto de la vía. Allá voy, hacia arriba, en mi cabeza resuena una cantinela que me dice que esta vez sí, que lo voy a lograr. Flexiono las piernas bajo el desplome a la vez que con un fuerte bloqueo de brazos logro asir una pequeña bóveda con la mano izquierda. Con un movimiento rápido de la mano libre consigo pasar la cuerda por el primer mosquetón mientras las palabras de aliento de Miguel me indican que él está ahí, atento a todos mis movimientos. Oír su voz, aunque ahora no pueda entender lo que me dice, me confirma que el compañero está conmigo, no estoy solo. Una segunda bóveda, de tacto romo y jabonoso, espera la inmediata llegada de las dos manos, que en un fugaz movimiento han cambiado de agarre, chapo con seguridad el mosquetón que me aleja de la cercanía del duro suelo y empolvo nuevamente las manos de magnesio. Me concentro en realizar con precisión el siguiente paso, si falló aquí caeré con toda seguridad. Coloco un pie sobre una minúscula rebaba que me ofrece la posibilidad de equilibrarme y lanzarme hasta la siguiente presa. Llega el aliento de Miguel, respiro con profundidad y me lanzo hacia ella. -¡ la cogí ¡- ahora las tres primeras falanges de los dedos de la mano izquierda reposan sobre un diminuto cuenco romo y resbaladizo buscando no perder la adherencia necesaria para no caer, la mayor parte de mi peso recae sobre este punto. Llega uno de los momentos más críticos de la escalada, he de soltar el agarre de la mano derecha que queda más abajo y pasar la cuerda por el siguiente mosquetón. Todo el peso quedará suspendido de las tres falanges de la mano y de la minúscula rebaba del pie izquierdo. Aprieto la mandíbula, chapo la cuerda y me lanzo hacia la regleta roma desde la que caí en el anterior intento - ¡ también logro agarrarla ¡ - , ya estoy más cerca de conseguirlo, pero los antebrazos empiezan a notar el esfuerzo realizado en el desplome. Ahora reúno la  otra mano en la continuación de la imperceptible regleta y... - ¡dios mío!- ... los dos pies se han salido de sus apoyos y  pendo completamente en el aire de los dedos,  los arqueo con toda la fuerza que me queda, jadeo, me balanceo en el vacío, pero esta vez no me dejo engañar, esta vez mi mirada no se dirige a lo alto, ahora intento concentrarme en los apoyos de  los pies y logro colocar la puntera de uno de ellos en una pequeña fisura horizontal y el otro lo fricciono sobre la placa lisa para equilibrar el cuerpo. Ya estoy quieto, el balanceo ha terminado, pero mis doloridos dedos no aguantarán mucho más en una posición tan forzada, me obligo a respirar profundamente por enésima vez, el jadeo no me deja pensar con claridad,  -¡ahora o nunca!-, reúno la poca fuerza que me queda y realizo un lanzamiento desesperado hacia el buzón que me espera allí a lo lejos, por unos instantes parece que vuelo sobre las minúsculas regletas y...  -¡lo he agarrado!,- mi mano ha entrado limpiamente en el interior de ese enorme agarre, quedo nuevamente con los pies en el aire pero eso ya no me importa. Realizo un último esfuerzo para impulsarme hasta la cadena. Lo he logrado y no puedo evitar dar un grito de alegría, por la cuerda me llega el entusiasmo de Miguel y desde arriba lanzo al aire gruñidos sin sentido que se quedan para siempre junto a los desplomes de Patones.      


3 comentarios:

  1. Hola Javi,
    ayer hicimos la Serón Millaán entrando por la normal del Puro. No llevabamos el friend del 4 pero salimos por el último largto pues Edu se pasó la reunión y tuvo que hacerla pasado el paso del alargue en una P y un friend pequeño. una pregunta: se me olvidó meter el zoom de la camara y la he jodido conoces algún sitio donde puedan arreglarla? preguntale a Edu por el incidente del televisor que le tiré si lo doy lo mato menos mal que no pasó nada. Bueno gracias por mtodo y un saludo
    jaime

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  2. Hola Jaime, enhorabuena por la vía que os lleváis...
    Lo de la cámara tendrás que localizar por internet el servicio técnico de la marca. También puedes preguntar llamando a Fotocasión 915397490, ellos te dirán donde la puedes arreglar.
    ¿De donde has sacado un televisor para tirar en una vía tan clásica como esa?

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  3. Hola Javi,
    el bloque estaba empotrado en le tercer largo del diedro de la Serón Millán, el penúltimo de la via. me agarré a é desde abajo pues obtaculizaba el diedro y luego me subí encima de él (seguamente todos hicisteis lo mismo) en ese momento se rompió uno de sus bordes y cayó hacia Edu que estaba en la reu como un misil menos mal que dió una cuarta escasa antes en un borde del diedro y salió hacia afuera¡¡ no veas que susto!! menos mal que debía estar cerca La Virgen del Pilar. Lo del último largo que telo cuente Edu.
    Gracias y un abrazo
    jaime

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